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Es un modelo TS del año 1976, con sólo 590 kilómetros. Lo pusieron en marcha para realizar la nota, porque no va volver a rodar.
Nacionales26 de julio de 2022Pablo Lozada MorenoLa voz estridente de la publicidad de los 60 contaba todo lo que los usuarios de aquella época querían escuchar y buscaban en un auto. Y funcionó como un flechazo directo al corazón: el Torino, en todas sus variantes, enamoró a miles de argentinos que aún hoy lo veneran como un Dios. ¿O acaso no fue el Dios de la velocidad en sus épocas de oro?
Héroe en Nürburgring, el auto de Fangio y protagonista de miles de historias mínimas, el Torino es una de las piezas más icónicas de la industria automotriz local. Una fuente inagotable de anécdotas que alimentan el alma de su enorme comunidad de seguidores y fanáticos, incluso después de que se dejó de fabricar en 1981.
Muchas de esas historias confluyen invariablemente en un taller de Boulogne, al norte del Gran Buenos Aires, donde un silencioso artesano de la mecánica se encarga de devolverle brillo y vigencia a cualquier Torino que se le presente. En ese pequeño reducto, todo lo que tenga que ver con el universo del Toro puede ser posible.
No podía ser otro taller más que el NT Garage, entonces, el receptor de uno de los hallazgos más importantes (sino el más) ocurridos en la historia de la marca: un Torino TS de 1976, color rojo cerámico, con sólo 590 kilómetros recorridos, en un estado de conservación casi ideal y con todos sus componentes originales intactos. El último Torino virgen existe, y hoy está en manos de dos minuciosos fanáticos que llevan adelante la tarea de devolverle el máximo esplendor.
Aunque en el taller asoman otros Torino entre algunos clásicos restaurados, Diego Eloy Castillo y su socio Matías Zárate tienen a esta última reliquia en primera fila. Parece ocupar un lugar privilegiado cercano a sus bancos de trabajo, señal inequívoca de la máxima atención que les demanda, incluso a costo de relegar otros trabajos pendientes.
Diego no sólo es un enamorado eterno del Toro, sus conocimientos lo hicieron trascender en el ambiente como una de las personas que más sabe sobre el modelo. Matías lo secunda en la meticulosa tarea de restauración y, lógicamente, sucumbió ante los encantos del auto que su socio cuida y contempla como lo que es: una joya única.
"A mí me llega el dato de este auto hace muchos años. Y yo decía no existe, no existe, no existe. Gracias a un cliente voy a una estancia en el interior de Buenos Aires, donde había unos autos clásicos en venta, y donde me habían dicho que estaba este auto", relata Diego, que en aquel momento había acompañado a un amigo a comprarlo, aunque luego la operación no se realizó.
Meses más tarde llegó la revancha y el destino fue más justo. "Un amigo me dice que su amigo compró la coupé de 500 kilómetros. Ahí me pongo a hablar con el nuevo dueño. La voy a ver de nuevo y después de un par de idas y vueltas, lo logro traer al taller. Y acá la tenemos ahora. Cuando desarmé las campanas traseras junto a mi socio, no lo podíamos creer: tenían la fecha de fabricación. Nada estaba sucio ni usado. Está todo como si lo hubiesen armado hace seis meses. No había óxido", cuenta el anfitrión del Toro todavía atónito.
Sólo 590 kilómetros y una historia trágica
Los escasos 590 kilómetros que marca el odómetro del Toro tienen explicación a partir de la trágica historia detrás del modelo. Según pudo reconstruir el propio Diego, este Torino TS fue de alguien que lo compró como 0 kilómetro y sólo realizó el trayecto hacia Ezeiza para tomar un avión. "Luego, en un vuelo de cabotaje en Estados Unidos el avión cae y él fallece", revela. El Torino quedó en Ezeiza hasta que la familia del desafortunado dueño se dio cuenta y luego lo llevó a la estancia a la que Diego lo fue a ver y desde donde lo trajeron a su taller. Entre tanto, el vehículo pasó 46 años sin uso, guardado en un galpón en el que apenas le daba el sol.
"Los que conocemos el tapizado del techo sabemos que se ampolla de humedad y se hacen manchas amarillas. Este auto no tiene ni una mancha amarilla en el techo. Parece que lo hubiesen hecho ayer. El cableado debajo del tablero: no pasó nunca el hombre por ahí, ni se degradó por el tiempo. Están los cables blancos con las líneas rojas. Desarmé las lámparas de atrás y había foquitos originales de que eran los de culotes de bronce. Desarmé la tapa de válvula para ver cómo estaba ahí adentro, que no haya óxido y estaba increíble. El auto es como cero kilómetro. Los discos de adelante no están usados". La enumeración que sintetiza el estado general del Toro es infinita.
Hoy la restauración está llegando a la etapa final, a tal punto que el auto volvió a ponerse en marcha. El sonido característico, grueso y afinado, seguramente hará estremecer a más de uno sin importar predilección de marca. Eso sí, habrá que acercarse hasta donde el destino lleve a este Toro, porque sobre él pesa una sentencia: no va a volver a rodar.
"Cuando nos ponemos a hablar con el dueño me dijo: bueno, me lo dejás en orden de marcha, todo perfecto para usarlo. Le dije: no podés usar este auto. ¿Cómo no puedo usar este auto?, me preguntó. Y le dije que no porque vale lo que vale por los 590 kilómetros que tiene. El auto es para una vitrina. Lo podés llevar a exposiciones, pero siempre en una plancha. Es más, se terminó comprando una ZX para usar en lugar de este auto", relata este crack del Torino sobre las condiciones que impuso al momento de aceptar el trabajo de restauración.
El auto ya luce prácticamente como en sus primeros días luego de la revisión y el reacondicionamiento integral. "Estamos terminando los frenos, porque queremos conseguir dos cilindros originales de atrás porque estaban picados y no pudimos restaurarlos. Queremos conseguir unos originales. Repusimos algunas cosas que se robaron, como el carburador original y el alternador. Y se pusieron cuatro neumáticos de la medida original de la época", resumen Diego y Matías. Solamente al observar la forma en que lo miran, se presume que no será una despedida fácil.
"Tengo Torino desde los 17 años. No te digo que es toda mi vida, pero representa gran parte de mi vida. Me conoce mucha gente. El Torino tiene algo en mi sellado a fuego", dice al borde las lágrimas Diego. Sabio, el destino encontró las manos perfectas para hacerse cargo del último Torino virgen.
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